Concepto de Clase C
¿Qué es la Clase C?
La clase C es una de las clases que se encuentran dentro de ABC, una clasificación que se utiliza en el marketing para segmentar el público y los clientes. Es una manera de categorizar el mercado establecido y ayuda a definir las características que tiene el target, como los gustos y preferencias en cuanto a productos y servicios.
La clase C hace referencia a la mayor cantidad de clientes a los que vendemos, pero es el porcentaje más bajo en volumen de ventas, es decir, que constituyendo el 50% de clientes, supone solamente el 5% de los ingresos. ¿Qué significa esto? Que este segmento de clientes compra menos y tiene menor potencial, pero una mayor rentabilidad que hace que resulte atractivo porque es una menor carga de inversión.
Por su parte, la clase A es la que más valor de compra tiene, aunque está compuesta por menos clientes, por lo que englobaría el 80% de las ventas con un 20% de clientela. Por último, la clase B representaría el 30% de clientes, con un 15% de ventas, quedándose entre las otras dos opciones.
Un cliente que corresponde a la clase C es aquel poco leal, pero que sigue reportando beneficio. Aunque no está tan pendiente de las ventajas que un producto ofrece, posee el capital para aportar un beneficio considerable y pasar al tipo B. Además, a un cliente tipo C es más fácil atraerlo que a un cliente nuevo.
Si se consigue que el cliente C pase a la categoría B, adquirirá un indudable potencial. Este grupo suele hacer compras esporádicas y tarda en hacerlas, pero no llega a cancelarlas. No obstante, los clientes ideales son los de la clase A, ya que son fieles, pagan a tiempo y compran con alta frecuencia. Aparte, se acaban fidelizando y terminan por probar nuevos productos, de modo que se multiplica el resultado.
Sea como sea, es innegable que las tres clases tienen potencial para cualquier negocio, pero, en cualquier caso, hay un grupo del que debemos alejarnos, y ese es el grupo D. Esta clase es aquella compuesta por personas que exigen sin dar, que no pagan a tiempo, que llevan una gran cantidad de tiempo, que jamás invierten y que siempre se quejan de que todo es caro.
Representan un verdadero peligro tanto para el negocio como para tu salud mental, por lo que habrá que mantener lo más reducido posible este grupo de personas, ya que solo drenarán tu energía y el esfuerzo que hagas será en vano, pues nada les va a satisfacer jamás.
¿Para qué sirve la Clase C?
En general, separar a nuestra clientela en clases distintas nos servirá para conocer cuál es el estado de nuestro negocio y para segmentar y concentrar los esfuerzos que hagamos en una misma dirección. Por ejemplo, si lo que necesitamos es que los clientes que tenemos sean más fieles y que inviertan más en nuestros productos o servicios, tendremos que centrarnos en las personas de tipo B y C.
La clase C en concreto tiene una menor carga de inversión, pero hay otros objetivos que también cumple y que resultarán decisivos para optimizar una campaña de publicidad, que serían los siguientes:
- Aportan más al negocio por menos.
- Resultan fáciles de canalizar.
- Pueden transformarse en otro grupo con las técnicas adecuadas.
Un cliente de clase C siempre tendrá la oportunidad de mejorar, pero los que ya se encuentren en el apartado A o B tienen posibilidades mucho mayores de acabar empeorando en la situación con respecto a la empresa. Precisamente por este último motivo, porque podríamos perder clientes vitales, se suele invertir mucho más dinero y esfuerzo en esos dos grupos, especialmente en el A.
Segmentar en clases es una buena forma de aprovechar cada recurso que se tenga a mano, de manera que conseguiremos rentabilizar cada uno de los procesos que se lleven a cabo. Analizando el potencial que tiene, podremos saber si merece la pena invertir y cuánto deberíamos destinar a esa partida en concreto.